
Cómo las emociones regulan nuestra salud y modifican nuestros estados de conciencia
¿Por qué nos sentimos como nos sentimos? ¿Cómo afectan nuestras emociones a nuestra salud? ¿Están nuestro cuerpo y nuestra mente separados o son parte de un sistema interconectado? ¿Cuál es la ciencia detrás de la sintonización emocional entre grupos humanos?
En su obra de referencia Molecules of Emotion: The Science Behind Mind-Body Medicine (1999), la eminente doctora Candace Pert proporcionó provocativas y revolucionarias respuestas a estas preguntas esenciales.
Su investigación, que valida la conexión mente-cuerpo y establece la base biomolecular de nuestra vida emocional, encontró que las emociones que experimentamos son sustancias químicas naturales que nuestros cuerpos producen. Estas moléculas forman una red de información dinámica en la que todo afecta a todo: mientras que antes creíamos que las emociones sólo nos afectaban psicológicamente, la Dra. Pert demostró que también nos afectan físicamente tanto a nivel individual como colectivo.
En este artículo abordaremos de forma clara y accesible sus hallazgos científicos y ampliaremos nuestra comprensión acerca de las emociones y su impacto en nuestra biología, nuestros estados de conciencia y nuestras interacciones con otros seres.
La doctora Candace Pert (1946-2013), neurocientífica y farmacóloga con más de 250 estudios científicos publicados, es considerada por muchos como la “madre de la psiconeuroinmunología”. A lo largo de su carrera, Pert nos mostró que las emociones, en gran medida ignoradas dentro de la ciencia y la medicina, son en realidad clave para entender cómo el cuerpo y la mente se afectan entre sí.
Las emociones son los conductores principales de nuestros sistemas biológicos: activan determinados circuitos neuronales y dirigen las constelaciones de cambios fisiológicos que ocurren simultáneamente en el cerebro y el resto del cuerpo. Los substratos básicos de la emoción son los neuropéptidos, que actúan como mecanismos que modifican nuestra fisiología, nuestra percepción, nuestro comportamiento y nuestros estados de conciencia.
Las moléculas de la emoción
Dentro de la comunidad científica, cualquier relación entre el aspecto anímico o psicológico y la salud física es simplemente sospechosa: sugerir que la psique afecta nuestra biología es visto por muchos como algo místico y absurdo. Sin embargo, nos hallamos en medio de una revolución científica. Las emociones y sus sustratos bioquímicos pueden ahora ser medidos, y cada vez disponemos de más estudios que validan empíricamente la conexión indisoluble entre nuestra mente y nuestro cuerpo.
La doctora Pert descubrió en 1972 la existencia de los receptores opioides, situados en la superficie de la célula. Estos receptores se unen selectivamente a moléculas específicas, tal y como una llave encajaría en su cerradura. Muchas de estas sustancias recibidas por los receptores son los neuropéptidos, los substratos básicos de la emoción que experimentamos como sensaciones, sentimientos, pensamientos, humor…
Las moléculas de la emoción modulan nuestro estado electroquímico interior: actúan como señales que afectan a la química y la electricidad de cada célula en el cuerpo. Cuando el receptor, situado en la membrana celular, es activado por una molécula de la emoción, transmite un mensaje al interior, y este mensaje cambia la frecuencia eléctrica de la célula y su composición química, modificando también su comportamiento: crear nuevas proteínas, tomar decisiones acerca de la división celular, abrir o cerrar canales iónicos, modificar la expresión epigenética, etc.
La vida de la célula, por lo tanto, está determinada por los mensajes que las moléculas de la emoción envían a la célula. Son estos mensajes, y no los genes, los que establecen nuestra conducta, nuestro humor y nuestro funcionamiento biológico. Según la doctora Pert, los neuropéptidos son, de hecho, responsables de alterar nuestros estados de conciencia.
Además de sus contribuciones en el campo de la Medicina Mente-Cuerpo, el trabajo de la Dra. Pert fue determinante para permitirnos prosperar en nuestro conocimiento acerca de la inteligencia somática. Gracias a sus investigaciones, hoy sabemos que las tres áreas clásicamente separadas -neurociencia (cerebro), endocrinología (glándulas) e inmunología (nódulos linfáticos, médula ósea y el bazo)-, están unidas en una red integrada de comunicación multidireccional coordinada de acuerdo a acciones concretas de moléculas mensajeras específicas: la moléculas de la emoción.
“Los neurotransmisores llamados péptidos llevan mensajes emocionales. A medida que cambian nuestros sentimientos, esta mezcla de péptidos viaja por todo el cuerpo y el cerebro. Y están cambiando literalmente la química de cada célula del cuerpo” – Candance Pert
Favorece tus emociones expansivas
Las células de nuestro cuerpo desarrollan una mayor cantidad de receptores afines a las moléculas/emociones que las impactan con mayor frecuencia.
Cuanto más nos ejercitamos en incorporar emociones expansivas, más estamos preparando el terreno para que nuestro cuerpo cree los circuitos asociados con esas emociones. Cuanto más nos sumimos en emociones nocivas, más fijamos los circuitos asociados con las moléculas tóxicas (como sería el caso del famoso cortisol, la hormona del estrés más destacada).
La buena noticia es que nuestros cuerpos están exquisitamente diseñados para fortalecer las emociones gratificantes. Prueba de ello es que nuestra corteza prefrontal está masivamente cargada de receptores celulares afines a las endorfinas. Esta zona del cerebro, resultado de nuestra evolución más reciente, es el asiento de los procesos cognitivos de orden superior. Y dado que las endorfinas, además de ser neuroquímicos placenteros, son moléculas altamente conservadas, todo parece indicar que la naturaleza se ha asegurado de asociar nuestra evolución con las emociones que más nos benefician.
Cuando opioides placenteros como las endorfinas surgen en nuestras sinapsis, fortalecen los circuitos en los que se encuentran activos, favoreciendo que en el futuro esas mismas moléculas vuelvan a unirse y hacer acto de presencia, trayendo con ellas las mismas experiencias emocionales.
Este sistema de recompensa del placer fortalece los comportamientos asociados con emociones agradables. Veamos un ejemplo:
1. Cuando sentimos gratitud liberamos sus moléculas asociadas, opioides placenteros.
2. Nos sentimos bien, y esta emoción positiva fortalece los circuitos biológicos de la gratificación.
3. Las células desarrollan más receptores afines a la gratitud, y le piden a nuestro organismo que envíe más “moléculas de gratitud”.
4. Esto nos predispone a reproducir más comportamientos y actitudes interiores que generan gratitud, con lo que más opioides naturales son liberados.
Se trata de un circuito de retroalimentación positiva: cuanta más gratitud sentimos, más estamos preparando a nuestra biología para ayudarnos a incorporar esta virtud en nuestra vida.
De hecho, la gratitud es una de las emociones más favorables que poseemos. En este artículo hablamos amplia mente de la ciencia del agradecimiento y te mostramos cómo puedes crear, paso a paso, un simple diario de gratitud.
¿Reprimir emociones? Mala idea…
Dado que nuestra expresión emocional está unida a un flujo específico de moléculas, la supresión crónica de emociones resulta en disturbios masivos en la red psicosomática.
Reprimir emociones y no dejarlas fluir libremente rompe la integridad del sistema. El estrés derivado de la supresión emocional se manifiesta en bloqueos e insuficiencias en el flujo de neuropéptidos que regulan las funciones celulares, y resulta en un debilitamiento que puede conducir a la enfermedad.
Si reprimimos la expresión de las emociones, también reprimimos nuestras funciones orgánicas, lo que a la larga produce desequilibrio y malestar, ya que se trata de una parte intrínseca del funcionamiento de nuestro cuerpo. Se produce un atasco y las cosas no funcionan.
Las emociones incómodas que tanto nos esforzamos por reprimir, y que típicamente surgen de nuestra incapacidad de responder funcionalmente ante el estrés cotidiano, son parte fundamental de nuestra red psicosomática. Lejos de tratar de apartarlas, la Dra. Pert sugiere que debemos observarlas, reconocerlas y dejarlas fluir libremente para que nuestros ciclos emocionales sigan su curso de forma natural.
La clave del equilibrio emocional
¿Cómo lidiar con todas esas emociones incómodas y dolorosas sin caer en la represión emocional? El modelo de la Dra. Pert apunta a la intervención voluntaria y deliberada de la mente consciente sobre los mecanismos psicobiológicos de la emoción.
Nuestra mente juega un papel determinante en la forma en que las moléculas de la emoción nos afectan. Nuestra particular forma de percibir nuestras experiencias de vida genera cambios en la química corporal, y estas moléculas afectan el entorno celular que gobierna el funcionamiento orgánico. Cuando las emociones incómodas emergen, debemos adoptar una actitud mental correcta en la que no las rechazamos pero tampoco nos sentimos desbordados.
Si adoptamos una actitud derrotista y victimista, agilizaremos esa autoabsorción ansiosa en la que constantemente nos preocupamos por el futuro o nos reprochamos por experiencias pasadas, y prepararemos el terreno para la activación de una respuesta de amenaza en nuestro sistema nervioso, que libera moléculas poco ventajosas para la salud de nuestro organismo.
Si, por el contrario, permanecemos en una actitud resiliente en la que somos capaces de sobreponernos a nuestros sentimientos de frustración y tolerar el estrés y la incertidumbre, favoreceremos la activación de mecanismos biológicos que liberan moléculas más propicias para nuestra salud, nuestro bienestar y nuestro equilibrio mente-cuerpo.
Para lograr una actitud mental correcta y una percepción objetiva de la realidad es fundamental que aprendamos a permanecer atentos a las sutilezas y las particularidades de nuestros estados emocionales. Las prácticas mente-cuerpo son una de las formas más eficaces de aprender a observar, sentir y responder sosegadamente ante el constante flujo de neuroquímicos que experimentamos momento a momento. De esta forma desarrollamos nuestra madurez emocional: no nos resistimos a las emociones que nos incomodan, y no nos quedamos atrapados en las emociones que nos agradan. Permitimos que las emociones fluyan libremente, sin rechazarlas y sin dejarnos arrastrar por ellas.
Prácticas mente-cuerpo como la atención plena también pueden actuar como fuerzas para poner nuestras moléculas beneficiosas en acción. La atención enfocada a la actividad cardiorrespiratoria modifica la frecuencia y amplitud de la respiración, lo que produce cambios en la cantidad y los tipos de moléculas que son liberadas del tronco encefálico, transformando nuestros estados de conciencia y el funcionamiento de la red psicosomática. Y dado que la práctica de la atención plena libera endorfinas, nuestros opiáceos naturales -así como otras sustancias reguladoras del dolor y antidepresivos naturales, los cambios que esta práctica pone en funcionamiento son realmente significativos.
Resonancia emocional: o cómo las emociones nos conectan colectivamente
Todas las emociones, además de un aspecto físico (molécula), poseen también un aspecto vibracional (onda). Actúan en los dos planos.
Una de las investigaciones más destacadas (y controvertidas) de Candace Pert, y que supuso un punto de inflexión en su carrera, encontró que los receptores celulares vibran en respuesta a moléculas extracorporales, es decir, emociones de otras personas, un fenómeno análogo a las cuerdas de un violín que vibran cuando las cuerdas de un violín cercano están siendo tocadas. Al recibir la vibración emitida por emociones ajenas, nuestros receptores celulares también mandan señales al interior de la célula.
Esta idea de “eco emocional” fue ampliada posteriormente dando lugar a la teoría de la resonancia límbica o resonancia empática, según la cual todos los mamíferos poseen una capacidad natural de empatía, sincronización emocional y conexión no verbal que forma parte de sus relaciones sociales.
Según los doctores Lewis, Amini y Lannon, autores de la obra A General Theory of Love, nuestro sistema nervioso no es independiente, sino que más bien se sintoniza de modo demostrable con quienes nos rodean y comparten con nosotros una conexión cercana, alterando la estructura misma de nuestros cerebros. Las emociones serían la clave de esta sintonización.
Así pues, la investigación respalda que cada emoción posee, además de su particular firma neuroquímica, su propia vibración. Cuando nos emocionamos, enviamos esa vibración a otras personas. Emitimos y recibimos. Las emociones, además de orquestar las interacciones entre todos nuestros órganos y sistemas fisiológicos, orquestan también nuestras interacciones con los seres que nos rodean.
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